viernes. 19.04.2024

1.- El pasado jueves fue un día negro en todos los sentidos. Me desperté con la noticia de la muerte repentina de mi amigo Marcos Brito. Sobresaltado y con mal cuerpo hice todos los recados encomendados de mala gana, yendo de un lado para otro como un zombie. Ahora que escribo desde la distancia me doy cuenta de todos los detalles de aquel día. A mediodía recibo la noticia, malísima, de un posible infectado de ébola en Tenerife. Comienzan a funcionar las redes sociales y empiezo a recibir fotos del traslado del enfermo. Peor me ponía. ¿Cómo es posible que puedan circular libremente pacientes de alto riesgo que han estado realizando encomiables acciones humanitarias en África? Digo yo que se debería establecer una cuarentena al regreso, por el bien de sus familias y de las personas más cercanas o, sencillamente, de los pasajeros de un avión. Confieso que tomé el avión hasta Málaga con cierta prevención. No me gusta lo que está pasando.

2.- El ébola ha cogido desprevenido al mundo, porque incluso en los Estados Unidos andan un tanto despistados. Se lo tomaron, como dijo Margaret Chan (OMS), como una cosa de los negros en África, cuando se trata de un drama; dicen que no puede producirse una pandemia por la debilidad del virus, pero sí está creando una sicosis terrible entre la población, que sencillamente no habla de otra cosa. El jueves, repito, fue un día malísimo porque, además, este país de chorizos no cesa de producir más y más desconfianza. Fianzas millonarias en euros para Blesa y Rato . ¿Pero qué se creía esta gente? Y luego a un empresario que no puede pagar porque no tiene dinero van y lo crujen.

3.- Cuando me senté a escribir -estuve buena parte del jueves escribiendo cosas que me pedían de un lado y de otro- no me salía nada. Me llamó la COPE para que hiciera un panegírico de Marcos. Me negué, no tenía fuerzas. Me llamó Jorge Espinel para que escribiera una cosa para EL DIA y no quise levantar el artículo, pero sí le redacté un folio aparte. Me telefoneó José Carlos Gracia para que le escribiera otro folio de un bonito cuadro que pintó sobre este periódico; y también se lo hice. Rendido, me senté en el despacho pensando qué triste debe ser morirse solo. No se lo merecía el buen alcalde portuense.

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Día de enorme tensión
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