jueves. 18.04.2024

Por mucho que nos cueste aceptarlo y a mi me cuesta, la justicia no es igual para todos.

Esta máxima, que repetimos en demasiadas ocasiones, es ratificada día si y día también por aquellos que están designados para impartirla.

La representación de la justicia como una figura ciega en una balanza no es mas que una reminiscencia del pasado, una imagen bucólica y utópica a la que había que darle una nueva imagen, mas acorde con la realidad que vivimos y padecemos los ciudadanos de una, mal llamada, sociedad civilizada como la nuestra.

Son ya demasiadas las ocasiones en que esta afirmación es ratificada, no solo por los encargados de impartir justicia, los jueces, sino y esto es todavía peor, por los políticos a los que se les llena la boca cuando hablan de la independencia del poder judicial frente a la clase gobernante.

Un juez, en la calidad humana que le es inherente, puede equivocarse, dictar un veredicto erróneo y determinar un grado de culpabilidad que se aleja de la realidad del caso que juzga. Es humano y por tanto es susceptible de equivocarse. No debería pero puede errar, no es Dios.

Pero cuando el Presidente del Tribunal Supremo llega a afirmar que la justicia española es “para los robagallinas”, esta cualidad humana que les puede conducir al error pasa a un segundo plano.

Con esa frase deja muy a las claras que en España la justicia no es ni ciega ni justa. La justicia española esta predeterminada en función de quien sea el sujeto a juzgar, su relevancia política, sus influencias, su capacidad económica, en definitiva, su posición en la sociedad tanto a nivel social como económico.

Barcenas, Pujol, Urdangarin, la Infanta, etc., no son ciudadanos de a pie, no son como los demás, no son “robagallinas”.

Es cierto que nadie puede ser condenado antes de ser juzgado. Es cierto que nadie puede ir a la cárcel sin una condena en firme, pero si existe en el ordenamiento jurídico la figura de la prisión preventiva antes del juicio, esta debería aplicarse a todo el mundo en función del delito cometido y no ser aplicada en función de las variables que antes les he reseñado.

La salida de Barcenas de la cárcel no es un mal en si mismo de acuerdo a la legalidad vigente. Ha cumplido 19 meses de cárcel preventiva de un máximo de 24 que estipula la ley. El problema es como ha salido, las repercusiones que su salida va a tener y sobre todo las comparaciones con otros casos de sobra conocidos.

Cuando la influencia política es mas importante que el delito cometido, la justicia pierde su principal valor. Cuando los políticos son capaces de determinar quien, cuando y como entra y sale de la cárcel es que la justicia ya no sirve.

Mucho se ha hablado de la independencia del poder judicial. En demasiadas ocasiones hemos oído hablar a los políticos de que ellos no influyen en las decisiones judiciales. ¿A quien pretenden engañar?

Son ya muchas las veces en las que los ciudadanos somos tratados como parias en comparación al tratamiento que la justicia da a la clase política.

Roba algo para comer y veras como en cuestión de horas te juzgan y te ingresan. Roba miles de millones de euros y veras cuanto tardas en entrar y lo poco que vas a tardar en salir.

Y lo peor de todo es que todavía hay políticos que insisten en esa premisa, cada vez más obsoleta, de la presunción de inocencia para sus correligionarios. Inocente es el que roba para dar de comer a sus hijos no el que roba para llevarse el dinero a paraísos fiscales. Inocente es aquel al que desahucian de su casa por no poder pagar la hipoteca como consecuencia de haberse arruinado por la crisis provocada por los políticos y no aquel que vende las casas de protección oficial a fondos buitres con el fin de especular con el dinero de todos.

Barcenas, Urdangarin, Pujol y compañía no deben entrar en la cárcel antes de tener una condena. Pero tampoco deben pasar años y años antes de que sean juzgados. Y si uno entra antes, que entren todos.

Al final, y como conclusión, los “robagallinas”, es decir todos los ciudadanos que no tenemos relación, ni activa ni pasiva, con la vida publica, tenemos que asumir, mal que nos pese, que el único delito que es rentable es el cometido al amparo de la política

Y si como decía el ilustre filosofo Groucho Marx, “mas madera que es la guerra”, la forma en la que los políticos juegan con la justicia es mas madera para aquellos que utilizan la utopía política como forma de llegar al poder sin mas argumento que el todo va mal.

Justicia poética
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